El hecho de crear algo de la nada no implica por si solo que lo creado sea arte, todos los días el ser humano levanta edificios, fabrica coches y escribe informes de ventas pero estas acciones no son ni de lejos arte.
Hay otras acciones humanas más difíciles de clasificar porque aunque son singulares y están cargadas de creatividad su finalidad en si misma no es la de transmitir emociones, aunque lo hagan.
Yo, y esto es una interpretación muy personal, pienso que para que algo se considere arte tiene que buscar única y exclusivamente transmitir emoción, conectar con las personas y provocar en ellas una reacción, sin ningún objetivo más que comunicar.
Me planteo esto porque existe una corriente que trata de convertirnos a los floristas en artistas y a mi juicio, en nuestro trabajo del día a día no lo podemos ser. No lo podemos ser porque nuestra finalidad no es únicamente la de transmitir emociones, no podemos olvidar que nosotros somos los canalizadores de las emociones de otros.
Cuando una persona nos encarga que enviemos un ramo de flores porque quiere decirle a esa persona que la ama con todas sus fuerzas, nosotros lo que hacemos es plasmar ese sentimiento en un arreglo determinado con el que consigamos comunicar fielmente el sentimiento de la persona que nos hace el encargo, no es nuestro sentimiento, no es nuestra emoción es el sentimiento y la emoción de la persona que nos realiza el encargo.
A mi personalmente me encanta poder ser ese vehículo que hace llegar esos mensajes entre personas y os aseguro que pongo todos mis conocimientos técnicos, toda mi creatividad y toda mi experiencia al servicio de las personas que me lo solicitan, eso me hace sentir bien, pero a veces siento la necesidad de crear algo que transmita mis emociones y mis inquietudes y es entonces cuando, humildemente, me considero artista de verdad, cuando utilizando los elementos que mejor conozco, las flores, creo algo de la nada que refleja mis más intimas emociones.
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